Adrianna estaba en shock. No esperaba que aquél hombre fuera el hijo de su esposo.
Pero ella no podía responder. Todo en su cuerpo gritaba peligro. Su mente retrocedió a aquel instante en que una fuerza brutal la había derribado, a ese rostro inclinado sobre el suyo, los ojos inyectados en sangre, la sombra de un odio inexplicable renació.
-Eres tú... -dijo finalmente, y su voz se quebró-.
Claudio no se movió. No supo si debía negar, hablar o simplemente desaparecer. Había pasado años evitando recordar, enterrando todo bajo capas de silencio. Pero ahí estaba, viva, mirándolo con una mezcla de terror y asco.
Paolo dio un paso hacia ellos, intentando entender. Intercambiando mirada ente ellos.
-¿Qué significa esto?
Adrianna lo miró, con el pecho agitado.
-Ese hombre... -su voz tembló.
-Ese hombre es...-sus palabras quedaron suspendidas.
El silencio fue un látigo. La tensión que se había instalado era como un cuchillo.
Claudio cerró los ojos un instante. La culpa le golpeó con una viole