El Alfa abrió a tope los ojos, se sorprendía por la explicación que daba su cachorro para seguir estando al lado de sus hermanos, esto le complicaba aún más las cosas.
Los Alfas Salvatore ya estaban sobrepasados, el lobezno definitivamente no quería quedarse, ¿Qué debían hacer?
— Leonardo, si él no quiere marcharse al cielo, ya déjalo quedarse con nosotros. — Angelino sugirió a su hermano
El Alfa asintió, tal vez Angelino tenía razón y no debía negarle más al lobito que siguiera con ellos.
— Está bien Leo, quédate con nosotros si así lo quieres, vámonos entonces... — El Alfa encaminó sus pasos hacia su caballo, subió en él, y cuando estaba por marcharse, se escuchó la voz de Leo.
— Esperen, ustedes están cargando a Lionel y a Lorenzo, entonces diganme, ¿Quién me va a cargar a mí? — El lobezno estaba un poco molesto, se cruzó de brazos esperando una respuesta. Ya estaba enojado por como a él lo estaban dejando de lado.
El que tenía las manos vacías era el tercer herm