Todos iban al punto de encuentro con la zozobra de saberse vigilados, tenían que cuidar sus pasos al máximo, pues los traicioneros vampiros ya sabían que estaban ahí y volverían a por ellos.
En su campamento, Leonardo se encontraba cerca de un río mirando a la nada, en su pelaje podía sentir que algo no andaba bien. No le habían gustado para nada los aullidos de heridas y dolor que provenían de Romano y su grupo, ellos si habían sido atacados por los malditos no vivos.
— Leonardo, está por amanecer, ¿Qué haces aquí?
— Tengo un mal presentimiento, no logro descifrar lo que es, quizás sea que muestre muerte está cerca, o quizás que va a haber mucho dolor y sufrimiento para nuestra raza.
— Si morimos aquí no habrá quien pueda salvarlos de los vampiros, ellos los irán matando poco a poco... Eso será inevitable.
— Solo espero que Alejandra hasta hecho lo que le pedí al pie de la letra, los quiero a salvo, los quiero vivos a ella y a nuestros cachorros.
— Nuestra reina e