El travieso cachorro Leo.
Los juegos mecánicos que el Alfa Romano había contratado para el festejo de su hijo, estaban llenos de cachorros haciendo fila para que los pasearan.
— Leo, nosotros si nos vamos a subir a los caballos falsos, mamá dijo que no fuéramos traviesos y que no nos subiéramos a un juego peligroso. — El cachorro de cabellos color chocolate, Lionel, le discutía a su hermano menor.
— Si, ella lo dijo, deberías ser más obediente con mamá, Leo, todavía somos pequeños. — El hermano mayor, Lorenzo, coincidía con la opinión de su hermano.
— No sean exagerados, solo es un juego con una canasta. Vamos Joshino. Subamos, diles que nos dejen pasar, eres el cumpleañero y deben darte lo que pidas.
El cachorro Leo era intrépido, le gustaban las aventuras, era valiente como su padre, lo que en ocasiones lo llevaba a ponerse en peligro. Alejandra siempre estaba tras de él, sabía que su cachorrito era cosa sería. Y algunas veces deseaba que el padre de sus lobeznos estuviera con ellos para que co