La llamada de Rachel Blaine había terminado.
La expresión de Alaric Winter se había vuelto rígida y su humor era sombrío.
El hecho de que su exesposa lo hubiera llamado en medio del llanto y la desesperación lo había puesto tan nervioso que había tenido que luchar consigo mismo para no ir a su lado, para consolarla y pedirle que no desesperara, que él estaba allí para protegerla a ella y a su hija.
Pero no podía hacerlo, no cuando ahora existía un gran problema: Briana ya conocía la identidad de Cosette, y eso era algo que él no podía permitir.
—¿Dónde está mi tía? —su voz sonó cargada de autoridad y molestia, lo que tensó al secretario Frost, quien observó con curiosidad a su jefe.
—¿Su tía? La señora Briana se encuentra en estos momentos junto al joven amo. ¿Desea que la llame?
Alaric negó con la cabeza, se levantó de su asiento y salió de la oficina sin decir una palabra.
Aquello alertó un poco al secretario, que estaba convencido de que esa mujer se había metido en problemas de nu