—¿Estás segura de que me veo bien? —Cosette parecía nerviosa. No era para menos; ese día ella daría una dedicatoria en medio de un público bastante grande.
—Te ves hermosa, la más hermosa de todas… —las palabras de su madre eran suficientes para hacer que el animado corazón de Cosette brincara de alegría, mientras algo en el interior de Rachel se revolvía ante la situación.
Aquel día, su hija había sido elegida, debido a su manera tan fascinante de hablar, para dar un poema a todos los padres de sus compañeros. Lo peor de todo era que ella no tendría al suyo allí.
Y si estaba, sería a nombre de otro niño y no de ella, algo que le partía el corazón a Rachel.
Nunca imaginó que sentiría ese vacío por su pequeña, pues creyó que al tener a su hermano y padre, para Cosette sería suficiente.
Pero ella, que no era más que una huérfana que incluso teniendo a sus supuestos padres cuando era niña sentía un gran vacío, no podía imaginar lo que sentía su pequeña hija, algo que la hacía sentirse mi