Un terror irreconocible recorrió por completo el cuerpo de Orión.
No podía creer lo que veían sus ojos: Sierra en el suelo, temblando, mientras lloraba de manera desconsolada; Jared y Misac con la mirada fija en la sala de cirugías.
Todo su mundo se había venido encima de él.
Orión corrió hacia Sierra.
Ella, al verlo, se aferró a él con una necesidad que parecía imposible de ignorar.
Él temblaba y ni siquiera sabía cómo preguntar por su hermana, pues el temor de una respuesta que llegara a cambiar su vida y la de su sobrina lo aterraba.
—¿Dónde está mi mujer? ¿Qué le ocurrió a mi mujer? —Alaric, lejos de acercarse a Sierra, caminó de prisa hacia Misac y Jared.
Orión notó cómo Alaric parecía haber salido de su shock y fue directamente hacia Misac y lo tomó del cuello, mostrando una expresión cargada de desesperación y dolor.
—¿Dónde está mi mujer? ¿Dónde? —preguntó Alaric con su voz a medio quebrar, mientras Jared, que observaba la situación de cerca, habló con afán, levantando sus man