Atrapada en un amor imposible, Destiny sintió que su historia era una novela de romance trágico, destinada a terminar de la manera más lamentable. Apretó los documentos del divorcio en sus manos.
En dos meses, sería oficial. Ya había empacado lo poco que trajo el día que llegó a la Mansión Winter, sin tomar nada de lo que el abuelo le había regalado.
Nada en aquella mansión, había sido realmente suyo, incluyendo a su esposo.
—Mira nada más… Creí haberte dicho que no quería que pisaras este lugar durante la fiesta… —La voz de la tía de Alaric, su exsuegra, la detuvo en la puerta de la habitación.
Destiny hizo una mueca. Su mantra era su única armadura:
"Dos meses. Solo faltan dos meses y será oficial". Pero conocía a la mujer.
Sabía que no se quedaría solo con pequeños insultos. Fue por eso que, en ese momento, Destiny deslizó su teléfono fuera del bolsillo y comenzó a grabar en secreto la conversación.
—Lo lamento, solo vine por unas cosas; me iré de inmediato… —respondió con un tono sumiso.
La tía de Alaric se acercó, sus ojos llenos de un rencor profundo.
—¿No te cansas? Ya ha muerto padre y mi hijo ha regresado con su pareja, su verdadero amor. Quiero que te largues de una vez. Eres poca cosa —dijo con desprecio.
Destiny se había acostumbrado a ese trato.
Durante años, fue la sombra silenciosa, la mujer a la que se le susurraba desprecio a sus espaldas.
Sin el escudo protector del anciano, el desprecio era abierto, descarado.
—Lo entiendo, madre. Con permiso… —intentó Destiny, usando un tono respetuoso pero distante.
Pero la tía de Alaric no había terminado. Con una velocidad sorprendente, tomó su brazo con fuerza y clavó sus largas uñas en la piel.
Destiny no pudo evitar un gemido de dolor, pero se obligó a mantener la compostura. El dolor físico era la única prueba de que su presencia importaba.
—¿Cómo debo explicar la situación? —La tía de Alaric susurró, cargada de odio—. El hecho de que solo respires en nuestro entorno me da asco. Eres una basura que no debió siquiera codiciar lo que nos pertenece.
La paciencia de Destiny se rompió. Estaba a punto de estallar, pero una voz autoritaria a sus espaldas cortó el aire.
—¿Qué ocurre ahora? —La pregunta de Alaric fue fría y cortante.
Alaric había llegado. La tía de Alaric la soltó y cambió su expresión de inmediato, sonriendo.
—No ocurre nada, cariño. Solo le decía a Destiny que me decepciona verla así. No tiene respeto, viniendo a una fiesta tan importante con esas fachas.
Los ojos de Alaric, tan fríos como el hielo, la escanearon de arriba abajo.
Notó la ropa desgastada, que contrastaba brutalmente con el lujo de la mansión. El contraste solo sirvió para reafirmar sus prejuicios.
En su mente, una pregunta silenciosa: ¿Por qué haces esto más difícil?
Él sabía que había una guerra silenciosa en la familia, y su frialdad era una barrera, una estrategia para mantenerla al margen.
—Ya me iba… —respondió Destiny con un tono monótono.
—¿A dónde? —La pregunta de Alaric fue directa.
Destiny sintió una punzada de incredulidad.
¿Cómo que a dónde? Después de que él firmara el divorcio, era obvio que ya no tenía lugar allí.
Pero Alaric no la miraba con desprecio; sus ojos, aunque fríos, tenían un matiz de cálculo.
—Déjala que se marche, no es como si fuese nuevo. Ella hace un tiempo que duerme afuera. Espero que no esté manchando el nombre de la familia. El matrimonio acabará muy pronto, pues no creo que harás esperar más a nuestra querida Triana… —La tía de Alaric habló con desprecio, deleitándose en el dolor de Destiny.
Alaric ignoró a la mujer que amaba como a una madre, y mantuvo la mirada fija en Destiny.
La tensión era palpable. En ese momento, el teléfono en su mano era su única arma, la prueba de todo.
—¿Dónde has estado? —su voz era demandante.
“¿Qué le importaba a él?”, pensó Destiny. Se preguntaba si su aparente preocupación era solo un acto para mantener las apariencias.
—¡Rick! —La voz sedosa de Triana Ayesa se escuchó tras él.
Triana, con un vestido elegante y joyas costosas, se acercó y se aferró al brazo de Alaric, lanzando una mirada de desdén a Destiny.
Llevaba en la mano una copa de vino tinto. Con una sonrisa de falsa inocencia, se tropezó "accidentalmente", derramando el vino directamente sobre el vestido de Destiny.
El líquido escarlata se extendió por la tela, como una mancha de sangre.
Triana no se disculpó. En su lugar, su voz era dulce, pero el filo de su burla era inconfundible.
—Oh, lo lamento, mi mano resbaló. Aunque mi vestido se manchó un poco, es terrible, Rick. ¿Qué debo hacer? Tú mismo lo dijiste, hoy debo ser el centro de atención, tu joya más hermosa —Triana hizo un puchero. Alaric, sin dudarlo, sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió suavemente la mano de Triana, ignorando por completo el vestido manchado de Destiny.
La humillación pública era tan profunda que a Destiny le costó respirar.
Triana, con una sonrisa de victoria, continuó el ataque, ahora apoyada por la tía de Alaric.
—¿Quién es ella? ¿Tienes problemas con la servidumbre, Rick? —su voz era dulce, pero su burla era brutal.
La tía de Alaric sonrió maliciosamente. —Es una muchacha que el viejo adoptó de la calle, pero no te preocupes, ya se irá. No tiene nada que ver con nuestra familia.
Destiny sintió el impulso de responder con una acidez brutal. La sangre le hervía, queriendo gritarles quién era ella.
Pero se detuvo. Miró el teléfono. La grabación seguía. Miró la mancha de vino. La evidencia.
La rabia se disolvió, y fue reemplazada por una frialdad gélida.
Esa no era su batalla. El divorcio estaba firmado. No tenía nada que pelear con ellas. La guerra había terminado antes de iniciar.
—No ocurre nada… —respondió Alaric con una neutralidad que escondía su propia furia.
—Si no funciona… solo despídela, no te sientas mal por alguien que no valora su trabajo, ¿no lo crees, Rick? —Triana lanzó una indirecta envenenada.
Alaric no dijo una palabra, pero sus ojos seguían fijos en Destiny.
Ella apretaba los puños, la indignación aún latente, pero él no vio la rabia, sino un destello de una fuerza que nunca le había notado.
—Volvamos a la fiesta… —Alaric se dio media vuelta.
Triana, sujetada de su brazo, la miró con una sonrisa de victoria. La tía de Alaric también sonrió con burla. Antes de marcharse, Destiny pudo ver la mirada de triunfo de Triana.
—Quiero que te vayas de la mansión, te llamaré cuando sea apropiado… —La voz de Alaric era fría.
Destiny dio un fuerte suspiro. Las palabras de Alaric sonaban a un despido. Pero la rabia se mezclaba con una extraña sensación de liberación.
El teléfono en su mano era su única compañía.
Ella ya no era la víctima pasiva.
La guerra por el corazón de Alaric había terminado, pero lo que sí tenía seguro, es que aquellas mujeres, tarde o temprano, se las pagarían.