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El hombre que firmó un divorcio, sin percatarse

El Gran Salón de la Casa Winter resonaba con un coro de felicitaciones.

—¡Felicidades, Señor Winter! —La voz resonó con un tono formal y lleno de admiración, —¡Felicitaciones, mi señor! —Un coro eufórico resonaba de parte de todos invitados.

Alaric Winter, el epicentro de la celebración, mantenía una gélida frialdad. Era una máscara forjada con una sonrisa tensa y ojos tan azules como el hielo, perfecta para el nuevo líder de la familia.

A lo lejos, Destiny Winter lo observaba, una sombra ignorada en el rincón.

En cinco años de matrimonio, apenas lo había visto tres veces. Alaric se marchó al extranjero con Triana Ayesa justo después de la boda, y los rumores de su "esposa" eran una historia olvidada.

Para la mayoría de los invitados, Alaric Winter era un soltero enigmático, y su presencia, una fantasía que nadie se molestaba en confirmar, Sin embargo, su atención estaba en la mujer que se aferraba a su brazo como una enredadera: Triana Ayesa.

—Alaric, debes agradecer. Después de todo, no todos los días te conviertes en líder de la gran familia Winter y la elevas a un punto tan alto… —Triana le susurró, y su voz, dulce y ligeramente posesiva, sonó como un arrullo.

La indiferencia de Alaric se desvaneció. Giró la cabeza, y su mirada gélida se suavizó de forma casi imperceptible, solo para ella. Una sonrisa tenue, real, se asomó en sus labios. A los invitados, les dirigió una respuesta seca y formal:

—Gracias por su apoyo.

La multitud se calmó, pero Triana no. Su mirada era un torrente de orgullo. Se estiró un poco para susurrarle al oído, una familiaridad que a Destiny le quemó.

—Eso sonó un poco mejor, Rick. Me siento orgullosa.

El apodo, el tono íntimo, el gesto. A ojos de todos, eran una pareja feliz. Alaric le sonrió, un destello juguetón en sus ojos, y respondió de la misma forma, tan cerca que nadie más pudo oírlo.

—Es lo mínimo que puedo hacer. Si no, no tendré un poco de paz…

—¿Qué dices, Rick?

Se miraron y se rieron, un pequeño chiste privado.

La complicidad era tan tangible que Destiny sintió un nudo en el estómago. El hombre que le hablaba a Triana con ternura y humor era un extraño.

Para Destiny, su esposo era solo una figura de hielo. El anciano Winter lo había notado, y quizá por ello, antes de morir, había apoyado la decisión del divorcio.

Sabía que Alaric nunca dejaría a Triana y que el peligro, en un mundo de empresarios hambrientos de poder, recaería sobre la frágil e indefensa Destiny.

No pasó mucho tiempo antes de que los invitados dirigieran sus halagos a la pareja, sus palabras, ajenas a la realidad, resonaban con fuerza en el salón.

—La señorita Triana es la mujer adecuada. Juntos, llevarán el nombre de sus familias a lo más alto. ¡Qué dicha verlos!

Triana sonrió angelical, acercándose más a Alaric, quien entrelazó sus dedos con los de ella, con una naturalidad y un gesto tan lleno de afecto, que fue como una puñalada para Destiny.

—Espero pronto ser invitado a la boda Winter y Ayesa. ¡Cumplirá el sueño de estar con el amor de su vida! —comentó un hombre, ignorando la realidad de que la esposa del futuro líder estaba en el mismo lugar.

—¡Felicidades! Una verdadera fantasía —añadió otro.

Destiny exhaló. El aire en sus pulmones se sentía pesado, como si estuviera lleno de mentiras.

Observó cómo Triana rebosaba de una alegría y un orgullo que no disimulaba

La humillación era tangible, un sabor amargo en su boca.

El vacío en su estómago se intensificó.

Alaric no desmentía nada. Él le daba su lugar a su amante. Aquello fue la confirmación que necesitaba. Se había armado de valor, apretó el sobre en sus manos y subió las escaleras, ignorando el miedo y el dolor que la invadían.

Su destino era la habitación principal, el único lugar donde había encontrado refugio en esos cinco años.

Su esposo nunca la había acompañado allí. Se había marchado de inmediato al extranjero con Triana y solo había regresado meses atrás, luego de la muerte del viejo Winter, para convertirse en el líder.

—¿Qué ocurre? —La voz de Alaric era seca y sin emoción, un golpe de realidad.

Destiny dio un respingo. Había notado su presencia. Aquello le dolió más que la indiferencia.

Él sabía que estaba ahí y, aun así, había actuado como un marido amoroso con Triana. Al ver a su frívolo esposo, su determinación se solidificó.

Alaric, sin embargo, solo veía su vestimenta.

Un vestido desgastado en una fiesta tan importante.

¿Acaso no sabía que era el evento de bienvenida oficial a la ciudad? Él le había enviado dinero, incluso lo había incrementado al notar sus "gastos exagerados".

Pero allí estaba ella, con ropa que parecía gritar, una negligencia que, a sus ojos, era una falta de respeto a su familia y a su apellido.

Alaric se sintió frustrado. En su mente, aquello era un berrinche y él no caería en su juego.

A pesar de que tenían una conversación pendiente, no hablaría. No cuando ella, con su actitud, parecía no importarle nada.

—¿No tienes nada que decir? ¿Me llamaste para quedarte callada? —preguntó con un tono áspero, condescendiente, como si hablara con una niña.

Destiny se sintió frustrada e intimidada, pero sabía que no podía retroceder.

Alaric, al verla así, pensó que estaba asustada de él. Se dio la vuelta para marcharse, pensando que ella era muy joven y que debía enseñarle a comportarse.

"Le preguntaré a mi secretario en qué ha gastado tanto dinero", pensó con desdén.

—Tu abuelo… —Destiny pronunció con la voz temblorosa, pero firme.

Alaric se detuvo en seco. Se preguntó qué tenía que ver su abuelo en la conversación. Sus ojos azules se fijaron en ella, y una alerta se encendió en su interior.

—¿Qué pasa con mi abuelo? —La pregunta fue rápida, con un matiz de impaciencia.

Destiny dio un pequeño respingo. La mirada de Alaric era intensa, pero se obligó a mantenerse firme.

—Tu abuelo y yo tenemos un contrato, uno sobre nuestro matrimonio…

Las palabras la irritaron sobremanera. Revolvió su cabello, frustrado.

Lo supo. "Dinero". Su tía tenía razón, Destiny nunca cambiaría.

Vio el sobre en sus manos e imaginó que contenía una cláusula a su favor. Su ira se desbordó.

—Como era de esperarse… Él murió hace unas semanas y tú ya pareces desesperada —Su voz se volvió cruel y despiadada.

Destiny abrió sus enormes ojos verdes, confundida.

¿Acaso no era evidente que él querría el divorcio? Él se había marchado cinco años, regresaba con otra mujer, celebraba sus triunfos y prometía un futuro con ella.

—Yo solo quiero… —Destiny susurró, intimidada.

Pero él no la dejó terminar.

Le arrebató el sobre, y con los ojos cegados por la ira, solo vio la línea para su firma. Con furia, plasmó su nombre.

—Ya está… debo irme… —Su voz era brusca y seca. Se marchó, cerrando la puerta con fuerza.

Destiny, incrédula, tomó los papeles del divorcio.

Él había firmado al instante. Aquello la tranquilizó. Quería estar con Triana lo antes posible. Dos meses de espera no serían nada.

Eran libres.

Destiny, dolida por no conseguir su amor, decidió olvidar. Le desearía una vida plena a la feliz pareja. No volvería a interferir.

Pues su divorcio, ya estaba firmado.

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