Rachel se había quedado completamente paralizada.
No esperaba escuchar un disparo. Observó a Sierra en busca de heridas, mientras Sierra hacía lo mismo con ella.
Ninguna de las dos estaba herida.
La bala había impactado en el muro de hormigón junto a sus cabezas.
Esto hizo que Rachel y Sierra se volvieran hacia Triana, quien tenía una pequeña sonrisa divertida cargada de maldad.
—¿Te asustaste? —La voz maliciosa de Triana hizo que Rachel la mirara con furia contenida—. Quiero dejar algo claro: no harás nada que yo no autorice, así que la que manda soy yo…
Rachel mostró una expresión de fastidio, pero se quedó en silencio.
Observó a Sierra, quien, aunque golpeada, apretó los labios en una línea firme y mantuvo la mirada alerta a cualquier movimiento de Triana.
Triana se acercó a Rachel, que seguía inmóvil, y la arrastró con fuerza hacia Sierra, haciéndola caer al suelo mojado y con olor a putrefacción y moho.
Parecía encantada con la situación y con el hecho de que Rachel se había rasp