La Villa Winter estaba curiosamente silenciosa.
No habían opuesto resistencia, o al menos no la que Triana Ayesa esperaba. Aquello la molestaba profundamente.
Estaba a punto de hacer un berrinche, imaginando que Alaric y los suyos habían huido.
Stephan había sido muy claro: les prestaría a sus hombres y le daría la venganza que tanto anhelaba, pero ella debía llevarle a la niña sin un solo rasguño.
Triana daba pasos resonantes en el lugar, la furia contenida burbujeando. Entonces, escuchó una voz a la lejanía.
Nunca imaginó que se encontraría con semejante regalo.
—Corre por allí, no te atraparán… —La voz de Rachel se escuchó, un cebo lanzado a propósito. Triana la divisó cerca de los arbustos, simulando una huida fallida. Cuando las miradas de las dos mujeres se cruzaron, el júbilo encendió a Triana.
No podía creer el regalo divino que se había encontrado.
—Maldita mujer asquerosa, ¿quién diría que te encontraría aquí? ¿Acaso te abandonaron? No me sorprende que también te hayan dejad