—No puedo creer que él desee que nos quedemos en el auto, que solo permanezcamos en silencio sin más. ¿Cómo es que nosotros debemos acatar lo que él diga? Yo también puedo manejar un arma, y puedo quitar una maldita vida si es por mi hermana y por Sierra… —La voz exasperada de Orión resonaba en el auto.
Mientras Alaric solo suspiraba, todas las palabras de Orión le taladraban la cabeza, pues él se sentía igual de nervioso y ansioso.
El hecho de que Misac les hubiera casi ordenado a Jared, a Orión y a él que esperaran en el vehículo y solo llamaran a la policía cuando fuera el momento, los había frustrado a todos en demasía.
—Todos estamos frustrados, Orión, no tienes por qué exasperarte de esa manera… —dijo Jared, buscando calmar la desesperación del heredero Blaine.
Orión, que conducía, le lanzó una mirada cargada de furia y molestia. Jared se encogió de hombros ante el repentino odio y sed de venganza que mostraba el hombre frente a él.
—No me mires así… —replicó Jared, algo intimid