Después de refrescarse y ponerse un vestido azul medianoche que Aaron había elegido para ella, Katerina se miró en el espejo. La tela suave abrazaba su figura con elegancia, y aunque no era extravagante, tenía un encanto sutil que resaltaba su belleza natural.
Su corazón latía con fuerza. Desde que habían llegado a Dubái, Aaron se estaba comportando de una manera que la desarmaba. No era el hombre frío y calculador que había conocido, sino alguien que se preocupaba por ella, que le daba espacio pero al mismo tiempo se mantenía cerca, como si quisiera protegerla de algo invisible.
Unos golpes suaves en la puerta interrumpieron sus pensamientos.
—Katerina, ¿estás lista? —La voz profunda de Aaron se filtró a través de la puerta.
Tomó una bocanada de aire y abrió.
Aaron estaba de pie, vestido con un elegante traje negro que resaltaba aún más su imponente presencia. Sus ojos recorrieron su figura de arriba abajo, y por primera vez, Katerina creyó ver algo en su mirada.
Aprobación. A