El amanecer en Londres llegó con un aire distinto. La noche anterior había marcado un punto de inflexión entre Aaron y Katerina. Había sido más que un encuentro físico; había sido la consolidación de algo que, aunque ninguno de los dos lo admitiera en voz alta, estaba creciendo entre ellos.
Aaron despertó temprano, mucho antes que Katerina. Se quedó observándola por unos instantes, memorizando la forma en que su cabello caía sobre la almohada, la manera en que su respiración era pausada y tranquila. Hubo un momento en el que pensó en quedarse allí, simplemente disfrutando de su presencia, pero tenía planes para ese día.
Se levantó con cuidado, asegurándose de no despertarla, y se vistió en silencio antes de salir de la habitación.
El primer destino de Aaron fue una de las joyerías más exclusivas de Londres, un lugar donde solo los clientes más selectos podían acceder. Allí, bajo el resplandor de vitrinas impecables, comenzaron a mostrarle anillos de matrimonio.
—Busco algo especial —d