Los días en Dubái pasaron como un susurro, como un sueño del que Katerina no estaba segura de querer despertar.
El primer día fue de asombro. Aaron la llevó a recorrer los rincones más exquisitos de la ciudad, desde el lujoso Burj Khalifa hasta las calles llenas de luces y misterio del zoco del oro, aunque recorrieron anoche, de día tenía otro encanto.
—Nunca imaginé que vendría a un lugar como este —confesó Katerina mientras caminaban de la mano por el mercado, rodeados del brillo de miles de joyas — Anoche quizás yo creía que estaba dentro de un sueño, mientras caminábamos parecía todo tan irreal.
—¿Y qué imaginaste? —preguntó Aaron, con una sonrisa ligera — ¿Una magia inigualable?
Katerina lo miró y, por primera vez, se permitió ser completamente honesta.
—Nunca imaginé estar casada y estar recorriendo las calles de Dubai con mi esposo
Aaron sostuvo su mirada por un largo momento, la palabra esposo, escuchar que ella lo llama asi era un impacto fuerte y único.
—Yo tampoco —