El sonido constante de los teclados, las llamadas ininterrumpidas y la presión de los correos electrónicos hacían que la mañana en Morgan Enterprises fuera un torbellino de actividad. Aaron se encontraba sumido en reuniones con inversores, revisando contratos y firmando documentos sin descanso. Katerina, por su parte, estaba igual de ocupada, organizando estrategias y asegurándose de que cada detalle estuviera en su lugar.
A pesar del caos laboral, ambos lograban mantenerse firmes en sus respectivas funciones. Pero el tiempo avanzaba rápido, y antes de que se dieran cuenta, la mañana se había desvanecido por completo.
Aaron levantó la vista de los papeles que tenía sobre su escritorio y miró el reloj. Mediodía. Soltó un suspiro y apoyó la espalda contra el respaldo de su silla. No había tenido ni un solo momento de respiro, y si él estaba así, Katerina seguramente también lo estaba.
Sin pensarlo demasiado, tomó su teléfono y marcó la extensión de su asistente.
—Ordena el almuerzo. Alg