Ethan
Me desperté con la luz fría de la mañana filtrándose a través de las cortinas pesadas, la enorme casa testigo silencioso de la tormenta que apenas comenzaba a disiparse. La respiración de Camila, profunda y rítmica, llenaba el cuarto con una presencia intangible que, a pesar de la distancia física, sentí como si me atravesara la piel. Sin verla, podía adivinar su postura, esa forma en la que parecía absorber la calma en medio del caos que parecíamos estar creando. La casa ahora era un espacio cargado, como si el aire mismo hubiera cambiado de densidad.
Me levanté lentamente, tratando de no hacer ruido, y caminé hacia la cocina, mis pasos silenciosos en la alfombra. La enorme ventana en la estancia mostraba las gotas de lluvia que aún caían, deslizando su peso lentamente, acompañando la quietud que parecía envolvernos. Sentí entonces su presencia, esa sensación de que la presencia de Camila estaba en segundo plano, aún sin verla, en cada rincón, en cada suspiro.
Entré en la coci