Gracia soltó la mano de su padre en cuanto escuchó la voz de su madrastra. María entró acompañada de Lauren, y ambas la observaron de arriba abajo con burla evidente, disfrutando del aspecto descompuesto que mostraba.
—Mira la cara que trae, mamá —murmuró Lauren, apenas audible, pero Gracia la oyó con claridad.
—María. Lauren —las saludó con frialdad, sin molestarse en fingir cordialidad.
—¿Y cómo va todo con tu esposo, Gracia? —preguntó María, con ese tono venenoso que usaba cuando quería provocar.
—¿Y a ti qué te importa, María? —respondió Gracia, cruzándose de brazos, con la mirada firme.
—Por supuesto que me importa. No puedes darte el lujo de tener problemas con tu esposo, mucho menos hacerlo enfadar. Todo nuestro negocio depende de él, especialmente ahora, con tu padre en esta situación.
Gracia sintió el impulso de gritarle en la cara todo lo que pensaba, pero se contuvo por respeto a su padre. Aun así, su respuesta fue cortante.
—Pues para que lo sepas, voy a divorciarme de Max