SIN EMBARGO, LA ANSIEDAD NO CESA

A la mañana siguiente

La luz apenas rompía el horizonte cuando Maximilien se levantó, no hizo ruedo para no despertar a Gracia, ni a la bebé. Caminó por la mansión en silencio, revisando puertas, ventanas, pasillos. Encontró a Antonia en la cocina preparando café.

—Antonia —dijo en un tono bajo y serio—, cualquier cosa fuera de lo normal, cualquier ruido, cualquier extraño… me llamas de inmediato. Sin importar la hora, ¿entendido?

Ella lo miró con el ceño fruncido.

—Sí, señor, por supuesto. ¿Ocurre algo?

—No —mintió, clavándole una mirada que cerraba cualquier pregunta—. Solo… estate atenta, ya sabes, es mejor mantenerse siempre prevenido, por estos tiempos la seguridad está un poco débil.

Maximilien había omitido contarle a Gracia lo que estaba sucediendo con Fernando. No quería que ella se preocupara.

No desayunó. Subió al coche y condujo directo a la compañía. Clara lo esperaba en su oficina, ya con un par de carpetas sobre la mesa.

—He contactado a dos investigadores privados —
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