Mariana parecía fuera de sí. No apartaba la vista de su teléfono, siguiendo con desesperación la ubicación del lugar que aparecía en la pantalla. Las manos le temblaban mientras murmuraba, una y otra vez, que se vengaría de Gracia.
Días atrás, mientras Fernando dormía, le había instalado un localizador de alta tecnología en el celular. No le fue difícil identificar el hospital donde estaba internada la abuela de Gracia. Sabía exactamente cómo hacerla sufrir.
Golpeó con fuerza las puertas del hospital y entró decidida, buscando directamente la habitación.
—¡Maldita seas, Gracia! Voy a acabar contigo.
Unas enfermeras estaban atendiendo a la abuela de Gracia cuando Mariana irrumpió furiosa en la sala.
—¿Así que tú eres la abuela de esa maldita zorra? —gritó, con los puños apretados y la mirada encendida por un odio tan profundo que parecía atravesarlo todo.
—¿Señora, quién es usted? ¿Qué hace aquí? —preguntó una de las enfermeras, acercándose rápidamente, pero no logró detenerla. Mariana