La búsqueda de Gracia se extendía en todas direcciones. Era como si la tierra se la hubiera tragado, y eso solo intensificaba la desesperación de Maximilien, aún más por el estado en el que ella se encontraba. No escatimó en recursos: desplegó a todo su equipo, activó contactos y puso la mansión como centro de operaciones.
A la casa llegó el padre de Gracia, solo. Ni María ni Lauren se unieron al esfuerzo. Para ellas, la desaparición de Gracia era casi un alivio; una manera silenciosa de sacarla definitivamente de sus vidas.
Pandora estaba presente, junto con algunos allegados, como Caleb, que también se habían unido a la búsqueda con inquietud creciente.
El señor Sanclemente permanecía sentado en el sofá, con las manos temblorosas apoyadas sobre las rodillas. Alzó la vista, completamente agobiado por la culpa.
—Esto es culpa mía... —murmuró—. Yo fui quien la obligó a casarse contigo, Fuenmayor. Tal vez... tal vez mi hija huyó de este matrimonio.
Maximilien se acercó y le dio una palm