Maximilien no dudó un segundo en acercarse a la mujer; lo hizo con pasos largos y decididos. Al verla, su voz retumbó completamente furioso y desesperado.
—¡¿Dónde está mi hija, Celeste?!
—Maxi, mi amor… cuánto tiempo sin verte. —Ella lo recorrió con la mirada, de arriba abajo—. ¿Qué te ha pasado, cariño? —preguntó extrañada al ver lo diferente que lucía. El hombre imponente que conocía estaba ahora en recuperación, y aun así ella parecía no notarlo.
—No importa lo que me pasó. —Maximilien apretó los puños—. ¿Dónde está mi hija?
Celeste percibió su enojo y sacudió la cabeza con una sonrisa torcida.
—No te enojes, mi amor. En realidad, me da igual cómo luzcas. Lo único que quiero es que te vayas conmigo. Soñé durante años con estar a tu lado, aunque nunca te lo dije. Esperaba que fueras tú quien diera el primer paso… pero entonces apareció esa perra de Gracia, arruinando todos mis planes, y tú decidiste quedarte con ella a pesar de que no te quiere.
Maximilien avanzó lentamente hacia e