Un par de días después, Maximilien logró conseguir las grabaciones de seguridad del hospital. Su única intención era descubrir quién había sido aquella misteriosa mujer que visitó a la abuela poco antes de morir.
Mientras tanto, Gracia estaba devastada, atrapada en un dolor que se intensificaba con la idea de que alguien más había provocado la muerte de su abuela.
Maximilien se acercó con suavidad, acariciándole el cabello.
—Preciosa… tengo noticias. Conseguí los videos del hospital. ¿Quieres verlos?
Gracia se incorporó de inmediato en la cama, los ojos encendidos por la expectativa.
—¡Por supuesto! Déjame verlos, por favor.
Maximilien extendió el teléfono y reprodujo el video. Gracia llevó la mano a la boca, paralizada por la sorpresa.
—¡No puede ser! ¡Esa maldita mujer! ¿Es que nunca se cansa de arruinarme la vida?
Deslizó los dedos por la pantalla, retrocediendo el video para asegurarse de lo que había visto. No había margen de error.
—¿La reconoces, Gracia? —preguntó Maximilien, f