Su voz temblorosa buscaba conmoverlo, pero en sus ojos no había miedo, solo una necesidad desesperada de que él la defendiera, de seguir ocultando su culpa haciéndose pasar por una victima de Gracia.
—¡Eres patética! —escupió Gracia, luchando contra el agarre de Fernando—. ¡No puedes mentirle para siempre! ¡Tarde o temprano va a ver quién eres en realidad!
Fernando miraba a ambas, confundido y abrumado, sin saber a quién creer. Pero en el fondo, algo en su interior comenzaba a tambalear.
Mariana se aferró a Fernando con desesperación, escondiéndose tras él como si fuera su única salvación.
—¡Eres una cobarde! —escupió Gracia—. ¡Todo esto es tu culpa! ¡Y ahora te escondes detrás de él como si fueras la víctima!
Mariana apretó los dientes, pero no respondió.
Maximilien, abrumado por el dolor de Gracia y la frialdad con la que Mariana se victimizaba, dio un paso al frente y la señaló con firmeza.
—Me voy a encargar de que tu vida se convierta en un maldito infierno, ¿entendiste?
Fernando