Los dos días siguientes pasaron con rapidez, y finalmente llegó el gran día del foro empresarial. Maximilien había salido temprano de casa, mientras Gracia permanecía en su taller, absorta en su pintura.
—Señora, ¿está ocupada? —la voz de Antonia la sacó de su concentración.
—Oh, Antonia, justo estoy dando los últimos toques a esta obra —respondió Gracia, sin dejar de observar su lienzo—. Dime, ¿ocurre algo?
Antonia esbozó una sonrisa traviesa y extendió las manos, entregándole una pequeña cajita.
—La asistente del señor me pidió que le entregara esto. Dice que es un regalo de parte suya.
Gracia dejó el pincel sobre la mesa y abrió la caja con curiosidad. Sus ojos se agrandaron al descubrir su contenido, un collar, pero no uno cualquiera.
Lo tomó con cuidado entre los dedos, y de inmediato se sonrojó. Era un collar de pareja, similar al que alguna vez compartió con Fernando, pero este estaba finamente elaborado en oro, con incrustaciones de piedras preciosas.
—Es… hermoso —murmuró, s