—¿Lo sentiste, Maximilien? —Gracia sonrió mientras tomaba la mano inmóvil de él y la llevaba con suavidad hacia su vientre—. Nuestro bebé acaba de moverse otra vez, justo ahora, cada vez que pongo tu mano se mueve con más fuerza, ¿Qué crees que sea, niño o niña?
Estaba sentada al borde de la cama del hospital, hablándole con esa calidez suya que parecía abrir puertas incluso en el más profundo silencio. Aquel silencio que él no había roto en dos meses.
Llevaba una blusa sencilla, ajustada a su abultado vientre de cuatro meses, y unos pantalones holgados. Ya no se preocupaba por su aspecto. Apenas dormía unas horas en un sillón que le habían colocado junto a la cama, y no se había ido ni una noche desde que lo trajeron del área de cuidados intensivos.
—Te está esperando, amor. —Acercó más el vientre al torso de él, le hablaba con tanta naturalidad, que juraba que él la escuchaba aunque no dijera una palabra—. Si supieras cuánto me haces falta...
La puerta del cuarto se abrió con un lev