El jardín estaba en calma, con el canto lejano de las aves y el aroma húmedo de las hojas frescas.
Isabelle caminaba hacia el invernadero con el cabello suelto, el gesto firme y los ojos esquivos.
James venía de regreso a la mansión, más erguido, aunque aún con la lentitud impuesta por la herida.
Ambos se detuvieron al encontrarse de frente, entre los arbustos altos y los rosales alineados.
No había salida que no fuera a través del otro.
James fue quien rompió el silencio:
—Oliver me quita los puntos esta tarde.
Finalmente.
Isabelle asintió sin cambiar el semblante.
—Me alegra. Así podrás volver al trabajo...
Y perderte entre informes y llamadas.
Con Sophie, supongo.
Como Noah lo hace con Miranda.
Su tono era cortante, casi clínico.
Pasó junto a él sin mirarlo, con la elegancia precisa de quien no desea detenerse.
Pero James la sujetó suavemente del brazo.
—Bell.
El apodo quedó suspendido en el aire, cargado de insistencia, como un intento de recuperar algo qu