Después del encuentro en la sala de juntas, James e Isabelle se acomodaron la ropa en silencio. No había prisa, pero tampoco palabras. Solo miradas que decían más de lo que cualquiera se atrevía a pronunciar.
Salieron tomados de la mano, caminando por el pasillo rumbo a la oficina de James. Varios empleados los miraban de reojo, algunos con sorpresa, otros con sonrisas discretas. Isabelle sintió las miradas sobre ella y se sonrojó, pero no soltó la mano de James.
Al llegar a la puerta de la oficina, Oliver los esperaba apoyado en el marco, con los brazos cruzados y una sonrisa divertida.
—Al fin regresan —dijo, con tono burlón.
James lo miró con calma.
—¿Pasó algo?
—Nada grave —respondió Oliver—. Solo quería invitarte a tomar unos tragos. Te busqué en la sala de juntas, pero… digamos que los escuché algo ocupados. No quise interrumpir.
Isabelle bajó la mirada, disimulando una sonrisa. James se limitó a responder con naturalidad.
—Iré contigo. Pero no me quedaré muy tar