El sol de la mañana del día siguiente, se filtraba por los ventanales de la mansión de Vivianne, iluminando el comedor con una luz suave. Leah y Alex estaban sentados frente a sus platos, charlando entre ellos, cuando escucharon pasos acercándose por el pasillo.
—¡Papá! —gritaron al unísono, dejando todo atrás y corriendo hacia James.
James se agachó justo a tiempo para recibirlos en un abrazo fuerte, envolviéndolos con ambos brazos.
—Los extrañé —dijo, con una sonrisa sincera.
—Nosotros también —respondió Leah, aferrándose a su cuello.
Alex lo miró con curiosidad.
—¿Ya no estás trabajando?
—Solo por un rato. Vine a verlos.
Los niños sonrieron y lo tomaron de las manos, guiándolo hacia el comedor. Isabelle se había levantado al verlo entrar. James se acercó a ella con paso tranquilo.
Isabelle lo abrazó, con un gesto suave pero cargado de deseo. James respondió, pero solo le dio un beso en la frente. No en los labios, como ella había esperado.
—¿Cómo estás? —pregunt