El yate navegaba con calma, ajeno a la tormenta que se acercaba. Pero para James, cualquier embarcación en esa ruta era sospechosa. Y ese, sin nombre, sin registro, era el primero en la lista.
—Prepárense para abordar —ordenó James, mientras la lancha se acercaba al costado del yate.
En segundos, él y tres de sus hombres saltaron a cubierta. Apenas pusieron pie en el yate, dos hombres salieron de la cabina y se lanzaron sobre James. La pelea estalló sin aviso.
James esquivó el primer golpe y respondió con fuerza. Damián, que había subido detrás de él, se unió de inmediato, derribando al segundo atacante con un giro preciso. Los puños resonaban contra la madera, y en menos de un minuto, los dos hombres estaban en el suelo, atados con cuerdas por el equipo de James.
Desde el otro extremo del yate, uno de los hombres de James apareció, empujando a un hombre mayor con rostro endurecido y mirada desafiante.
—Lo encontramos escondido en la sala de motores —dijo el agente.
James