James cruzó el portón de la mansión de Vivianne con paso firme, aunque el peso del día aún se notaba en sus hombros. Desde el comedor del jardín, las voces se mezclaban con el aroma de la cena. Leah lo vio primero.
—¡Papá! —gritó, levantando la mano.
Alex se unió enseguida.
—¡James!
James sonrió, alzando la mano en respuesta.
—¡Hola, terremotos!
Isabelle fue la primera en notar el golpe. Se levantó con suavidad, caminando hacia él con el ceño fruncido. Al llegar, levantó la mano y la apoyó con delicadeza sobre el moretón que se formaba en su labio.
—¿Qué pasó? —preguntó en voz baja.
James tomó su mano, la que ella había puesto sobre su rostro, y la besó con ternura.
—No te preocupes, Belly. Te lo contaré más tarde.
Isabelle suspiró, asintiendo sin insistir.
Vivianne se acercó desde la mesa, con una copa en la mano.
—Ven, siéntate con nosotros. Ya Isabelle nos contó que se van a casar.
James sonrió, aún con la herida visible.
—Sí. Lo vamos a hacer.
Viviann