La luz entraba tímidamente por los ventanales de la habitación principal en Ashfield Hall. Isabelle abría los ojos despacio, abrazada al torso de James, su rostro descansando sobre su pecho, escuchando ese ritmo constante que la calmaba más que cualquier palabra.
James también estaba despierto, pero no se había movido. Solo había permanecido así, con los brazos rodeándola, como si el mundo externo no tuviera permiso de entrar aún.
—No quiero que se acabe este momento —susurró Isabelle sin abrir del todo los ojos.
—Entonces no lo dejemos acabar —respondió James, apretándola un poco más cerca de él—. Podemos suspender la realidad… por otro ratito.
Ambos se quedaron así, en una pausa que parecía vivir en otra línea del tiempo.
Finalmente, Isabelle se separó lentamente, lo miró con una sonrisa apenas dibujada.
—Tenemos que bajar. Seguro Camille y Lucie ya tomaron la cocina como si fuera suya.
James rió bajo.
—Eso fue parte del trato. Libertad completa en Ashfield. Y se la toman mu