Los días en la mansión comenzaron a adquirir un ritmo distinto. James ya no estaba, y aunque su ausencia no se mencionaba abiertamente, se sentía en los silencios, en los espacios que antes ocupaba sin esfuerzo.
Isabelle se había volcado en el proyecto. Cada mañana se reunía con Damián en el salón de trabajo, donde los bocetos, carpetas y muestras de materiales se acumulaban como testigos de su avance. Noah también participaba, más desde lo logístico, pero con una disposición que Isabelle agradecía.
—¿Qué opinas de este esquema de recorrido? —preguntó Damián, señalando un plano sobre la mesa.
Isabelle se inclinó, estudiando los trazos.
—Me gusta. Pero quiero que el primer espacio sea más desconcertante. Que el visitante no sepa si está entrando en una galería o en un sueño.
Damián asintió, tomando nota.
—Entonces jugamos con la iluminación. Nada frontal. Que todo parezca venir desde abajo o desde atrás.
Noah entró en ese momento, con una carpeta bajo el brazo.
—Tengo l