El deslizó las manos suavemente por las curvas de su cuerpo, provocando en ella un apetito desconocido hasta entonces. Aquellas caricias la cautivaban y la consumían en un calor abrasador. Se sentía viva.
-Anne- su voz sonó suave como el terciopelo. ¿Te molesta que te agarre así?
Ella se hizo la misma pregunta, pero la respuesta era contradictoria y confusa y no halló palabras para expresarla.
-Sabes que te deseo- le dijo él.
A pesar del placer que le provocaba su declaración, siguió tensa.
-No voy a disculparme por ello. Quiero tenerte en mis brazos, en mi cama, pero solo cuando estés preparada para ello.
Ella se apartó ligeramente de él.
-Seguro que tienes suficientes mujeres a tus pies como para no tener que preocuparte por mí- dijo ella con más pesadumbre de la que quería mostrar.
-No necesito “mujeres” en plural, Anne- respondió él. Solo te necesito a ti.
Todas sus inseguridades afloraron de pronto.
-No me conoces, Peter, realmente no.
Solo ves lo que quieres ver: el exterior.
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