Peter Stanton era un hombre soltero de treinta y dos años que aparecía asiduamente en las revistas de sociedad acompañado de bellas mujeres y al que le gustaba jugar con sus propias reglas. Así que cuando dijo que quería que la tímida Anne Smith fuera su secretaria personal, lo hizo como hecho consumado. Anne había jurado que no se dejaría atrapar por los encantos de su nuevo jefe, pero cuando Peter la llevó a su lujoso apartamento parisino a trabajar codo con codo durante horas, supo que la tentación sería demasiado fuerte. Y mezclar los negocios con el placer era la especialidad de Peter
Leer másQué tal está la adorable Anne esta mañana?.
¿se ha divertido durante el fin de semana?.
Pareces una chica que sabe divertirse.
Anne levantó la vista y miró a Jeff Roberts sin reacción aparente.
-Buenos días, señor Roberts- dijo secamente.
Se aproximó y se sentó en su mesa. A ella se le revolvió el estómago. Estaba lo suficientemente cerca como para que su repugnante colonia lo invadiera todo. Pero Anne continuó escribiendo sin mirarlo, con la esperanza de que llegara a cansarse y se marchara.
Había tres modos de enfrentarse a un acosador.
La primera, ignorar y evitar al triste individuo, tratándolo, además con frialdad suficiente como para que entendiera que su impertinencia no era bienvenida.
La segunda, acusarlo de acoso y llevar dicha acusación tan lejos como fuera necesario.
La tercera, darle al desagradable tipo un puñetazo en la mandíbula.
Anne lo había intentado con la primera opción desde hacía ocho semanas, cuando, poco después de incorporarse a Stanton Internacional, Jeff Roberts había empezado su desagradable persecución. Pero su método de contraataque no parecía estar teniendo efecto alguno sobre él.
Denunciarlo, sin embargo, supondría el inmediato despido, pues se enfrentaba al adorado hijo del jefe. El puñetazo en la nariz garantizaría, además, que no volviera a trabajar en ninguna compañía que se preciara durante el resto de su vida. Así que tenía pocas opciones.
El se inclinó sobre ella a leer el informe que estaba escribiendo y le susurró:
-Ya te he dicho que me llames Jeff cuando estamos los dos solos en el despacho.
Como siempre, un agrio olor emanaba de su ropa y, probablemente, de su piel. Anne tuvo que controlar una náusea.
El espacio era reducido, un ridículo cubículo robado al amplio despacho de la secretaria del padre de Jeff y paso obligado para la entrada en él.
-Si está buscando a Margaret, volverá en un momento- dijo Anne, y continuó con su trabajo.
-Bien. Pero antes, tomaré prestado un lápiz- dijo él, inclinándose sobre ella y pasando el brazo por delante de modo que le rozó el pecho.
Anne dejó de escribir y lo miró.
-Le he dicho ya antes que no haga eso.
-¿Qué no haga qué?
-Tocarme
-¿Te he tocado?- él sonrió y volvió a inclinarse sobre ella. ¿Por qué no salimos a tomar algo después del trabajo?. Seguro que te apetece…
-Lo siento, pero tengo otros planes- dijo Anne.
-¿Mañana, entonces?. Te invitaré a cenar, si eres una buena chica. Es un trato justo.
¿De dónde había salido aquel tipo?. Le habría gustado saber qué podía hacer para reventar aquel ego. Jeff Roberts era un prepotente acosador por naturaleza, que trataba de propasarse con todas las chicas jóvenes de la oficina.
Pero casi todas las demás trabajaban en lugares más seguros y menos susceptibles de permitirle salir inmune de sus excesos.
Ella lo miró fríamente.
-Lo siento, pero no voy a salir a tomar nada ni mañana, ni nunca, señor Roberts.
El rostro del individuo cambió.
-Puedo beneficiarte mucho si juegas bien tus catas- dijo él. Pero también puedo perjudicarte. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
-Perfectamente- respondió Anne fríamente.
-¿Y?
-La respuesta sigue siendo la misma. Ahora, necesito terminar este informe.
El se incorporó y ella pensó por un momento que iba a marchar, así que volvió a centrar la vista en su ordenador.
Pero, inesperadamente, dos manos carnosas aparecieron por detrás, descendieron desde sus hombros y atraparon sus senos provocándole un agudo dolor.
De pronto Peter se detuvo.-¿Qué sucede?- preguntó ella mirándolo a los ojos.-Esto no debería ocurrir así, no entre nosotros, no contigo.-él hizo un sonido gutural. No quiero tener este tipo de relación contigo. Quiero que nos casemos, despertarme cada mañana a tu lado, saber que estarás en casa cuando llego por la noche, tener una vida contigo. Si hacemos el amor, solo habré conseguido tu cuerpo, no tu corazón, y eso no es suficiente.-Tú querías que fuéramos amantes- dijo ella, luchando por evitar las lágrimas. ¿Qué ha cambiando?-Yo. He cambiado yo. Te amo y no estoy dispuesto a tenerte así. Y claro que te deseo, como un loco, pero quiero mucho más que esto.-Quieres demasiado.-Quizás. Pero así soy yo. Jamás me he conformado con menos de lo que quiero exactamente.-O todo o nada, ¿verdad?-Sí, si tú prefieres decirlo así.-¿Y si resulta ser “nada”?-Jamás he considerado esa opción y no voy a considerarla ahora.El arrancó el motor y se pusieron en marcha.Anne ocultó el rostro pa
Ella lo miró, completamente atónita, paralizada. Hasta aquel instante siempre habría pensado que, si Peter le decía alguna vez lo que acababa de decir, ella reiría y gritaría, histérica de felicidad. Porque jamás llegó a creer que realmente lo haría. A Peter le gustaban las mujeres divertidas, hermosas y de éxito, con las que poder mantener una relación pasajera que tenía su fecha de caducidad antes incluso de comenzar.No obstante, sabía que no estaba mintiendo. Con ella no jugaba.-Me he preguntado en muchas ocasiones si llegaría a decir lo que e estoy diciendo a ti.Pero te aseguro que lo que jamás me habría imaginado era que alguien me miraría del modo en que lo estás haciendo tú cuando lo dijera.-Lo…lo siento- respondió ella. NO sabía qué decir, qué hacer. Le habría gustado hacerle entender que no era él, sino ella la que tenía el problema. NO se sentía capaz de ser lo que él quería que fuera, lo que necesitaba. Jamás cubriría sus expectativas. Lo siento.-tú no sientes lo mismo
Finalmente, llegó la hora de partir. Peter y Anne se despidieron de sus anfitriones con la promesa de volver a verlos.Una vez en el coche, Anne pensó que la pesadilla había concluido. Pero se equivocó.Dos minutos después de haber partido, Peter tomó un pequeño camino y se detuvo bajo las ramas de un gran roble. Apagó el motor y se volvió hacia ella.-Azul oscuro.Ella lo miró desconcertada.-¿Cómo?-Cuando algo te perturba, las pupilas se te ponen de color azul oscuro. Ya lo había notado antes.Anne trató de buscar una respuesta, pero no la halló. Sabía que había llegado el momento que tanto había temido.El continuó.-¿Quién era David?- su voz sonó calmada, pero no la engañó. Anne sabía que no iba a dejarla escapar otra vez. Lo podía leer en sus ojos. ¿Qué conexión tiene ese hombre contigo y con Christina?-Estabas escuchando- lo acusó ella.-Pero no oí tanto como me habría gustado. El marido de Christina no paraba de hablar. Pero sí capté un par de cosas que me resultaron extrañas
Quería pedirte disculpas. Tanto John como yo nos arrepentimos del daño que te hicimos y de no haberte apoyado en su momento contra David.-No pasa nada- dijo Anne, Olvídalo-No puedo olvidarlo- la muchacha la sujetó por la manga. Anne estaba inquieta al notar la excesiva cercanía de Peter. No quería que escuchara aquella conversación.David era un terrible manipulador. Pero la verdad era que, durante mucho tiempo, abusó tanto de John como de mi. Hasta que no fuimos mayores y ocurrió el escándalo del club de jóvenes, yo no me atreví a contarlo. Luego John también se decidió a sacar lo suyo a la luz.-Chirstina, no quiero hablar de nada de esto- su tono fue contundente y algo desesperado.-Yo también decía eso tiempo atrás. Pero, después de que mi caso fuera llevado a los tribunales, apareció mi madre. No la había visto desde hacía años. Mi padre era francés y, a través de mi padre, llegué a conocer a Louise. Podría decir que fue una cadena de acontecimientos que me llevaron a lo mejor
Siempre ponía aquella distancia entre ellos y empezaba a resultarle difícil controlar sus instintos.En más de una ocasión había estado tentado de aprovechar la atracción que ella, obviamente, también sentía hacia él.Peter forzó una sonrisa a pesar de todo.-Nos veremos a las ocho- dijo, y bajó la cabeza sin esperar a que ella saliera.Llevaba meses siendo paciente y no conseguía nada. Quizás hubiera llegado el momento de entrar en acción, de dejar las palabras y la razón a un lado. No estaba dispuesto a permitir que aquella ridícula situación continuara eternamente.Oyó que la puerta de su despacho se cerraba y, solo entonces, volvió a levantar la cabeza.El pequeño pueblo medieval de Montfort L`Amaury se alzaba sobre la cima de la colina. Mientras se aproximaban a él en el Jaguar de Peter, Anne pensó que parecía una postal navideña, con todas aquellas luce resplandecientes.Llegaron ante la enorme casa de sus amigos y él paró el motor. Un perro ladraba melancólicamente en la distan
Anne se abrió a él y le contó cosas que jamás le había contado a nadie. Le habed e sus inseguridades, temores y miedos infantiles. Pero jamás le nombró a David y, cuando él trataba de sonsacarle sobre otros romances, ella levantaba un muro. Admitir que Peter era el primer hombre con e que había salido habría sido como abrir la caja de Pandora. No obstante, sabía que, tarde o temprano, él exigiría saber más.Peter ponía todo lo que podía de su parte para hacer que la relación avanzara, sin presionarla, y tratando de seguir su ritmo.Sin duda, la mala fama que había cosechado de mujeriego no se correspondía con el hombre que realmente era. Anne estaba convencida de que no se entregaba a cualquier mujer que no le importara como persona solo porque fuera hermosa y estuviera disponible.La determinada y persistente intención de seducirla era una constante, hecha con sutil delicadeza y constancia. Y Anne comenzó a descubrir que le gustaba aquello, que empezaba a disfrutar de la vida como nu
Último capítulo