Kian Duncan
—¡¿La dejaste ir?! —rugí, la voz retumbando en mi despacho mientras miraba a Roan con incredulidad y rabia contenida. Me pasé una mano por la nuca, apretándola hasta sentir los músculos tensarse—. ¡Sabes los riesgos que hay ahí afuera! ¡Sabes que los vampiros están acechando, que apenas salimos de un ataque!
Roan se mantuvo firme. No bajó la mirada, pero su voz fue serena y cargada de verdad.
—Ella es la luna del Alfa Supremo, Kian. Podría haberme desobedecido igual. Pero me lo ordenó, y no tenía elección. Ninguno la tenía.
Fruncí el ceño, los dientes apretados, y me obligué a inhalar lentamente por la nariz.
—Maldita sea...
Me giré hacia la ventana, mirando el cielo encapotado por la amenaza de tormenta. El instinto me gritaba que esa unión, esa decisión de Julienne, no podía ser frenada. Estaba ligada a Davian, y eso la volvía tan testaruda como poderosa.
Torciendo el gesto con resignación, asentí finalmente.
—Que la Diosa los acompañe y guíe su destino —murmuré con gra