Roan Percy
El sonido del motor apagándose en la entrada me sacó de mis pensamientos. Aflojé los puños al ver descender a Kian Duncan del todoterreno, su expresión más seria de lo habitual, pero sin rastro de urgencia. Caminó directo hacia mí, que lo esperaba junto a los escalones de la entrada de la mansión Duncan. La tarde estaba cubierta de nubes, como si el cielo compartiera el peso que sentía en el pecho.
—Julienne está bien —dijo sin rodeos.
Tragué saliva con fuerza. Aunque lo sospechaba, necesitaba oírlo de su boca.
—¿La viste?
Asintió mientras se sacudía el abrigo.
—Sí. Parece más delgada, y... no habla mucho. Pero está viva, Roan. Entera. Por ahora.
Por ahora. Esas dos malditas palabras me perforaron el alma.
Aparté la mirada mientras mi mente, traicionera, me arrastraba de nuevo a ese recuerdo, a la noche en que todo cambió para mi familia.
…
Mi madre me esperaba de pie junto a la chimenea. Su rostro contraído por la ira no fue lo primero que me golpeó al entrar, sino su voz