Electra estaba pasmada, no pudo moverse. Ella no podía creer tal cosa. Su madre la vio con tanto amor en la batalla final cuando se sacrificó para que ella pidiera salvar al mundo.
No era posible que ella fuera tan malvada. No era Gwyddyon, no podía serlo.
Pero las imágenes habían sido tan vívidas… tan cruelmente exactas.Y eso era lo peligroso. Porque la verdad mezclada con veneno era más letal que una mentira completa.
—¿Qué está pasando? —susurró, llevándose una mano al pecho, donde el fuego aún ardía, tembloroso.
El calor del Fénix no la abandonó.Pero tampoco se alzó para defenderla.Porque esa era la prueba.
No tenía que descubrir la verdad.Tenía que reconocer la mentira.
Y no era la única.
Los guardianes también estaban atrapados.
Cada uno enfrentaba su mayor temor:
Isabella se veía rodeada de fuego y voces que repetían que sus conjuros siempre terminarían destruyendo a quienes amaba.
Hugo revivía la pérdida de su primer amor, solo que ahora Electra estaba entre los cadáveres e Iz