CAPÍTULO 18. Las cuentas claras
CAPÍTULO 18. Las cuentas claras
Era una pregunta peligrosa… sobre todo porque Henry sabía que la respuesta no le iba a gustar. Se quedó mirándola en silencio, como hipnotizado. Rebecca estaba envuelta en aquella sábana blanca, sujeta con suavidad sobre sus pechos… mientras marcaba cada curva de su cuerpo.
Y lo peor era que ella estaba tranquila, rosagante… como si nada la afectara. La vio levantar el teléfono del cuarto y pedir al servicio de habitaciones. Su voz era segura, despreocupada, incluso melodiosa, como si aquella mañana fuese el inicio del resto de su vida.
—¡Dios, me muero por un café y un ibuprofeno…! Mejor dos. ¿Quieres un café tú también? —preguntó de pronto, mirándolo de reojo.
Henry abrió la boca, pero ningún sonido salió. ¿Café? ¿En serio? Después de la escena de la puerta, después de verla salir medio desnuda, después de esas risas y los hombres y las flores, ¿ella tenía el descaro de ofrecerle café?
Rebecca sonrió apenas, como si hubiera leído lo que estaba pasando