CLARIS:
Después de la batalla en la que mi loba Lúmina había demostrado que éramos la digna compañera del Alfa más poderoso de la historia, mis dudas habían terminado. Ahora me empeñaba en mantener mi figura de loba y recorría con mi Alfa toda la manada. Habíamos sufrido muchas bajas en el ataque; sin embargo, la gracia concedida por la Diosa me daba la sabiduría para ayudar en su recuperación.
Nuestro contraste era innegable. Mi cuerpo blanco resplandecía como un faro que guiaba, irradiando pureza y esperanza. Atka, imponente y negro como la noche, inspiraba tanto respeto como temor. Aunque distintos, éramos una fuerza unificada, caminando hombro a hombro, casi iguales en tamaño, enfrentando juntos las tormentas que nos deparaba el futuro. Entre tanto, mi mente divagaba. No podía dejar en el olvido un asunto sin resolver, algo que deb