CLARIS:
Mis gemelos, que estaban ahora junto a Kieran, miraron a Fenris y luego a Clara con ojos curiosos. Solo entonces entendí lo obvio: no eran tontos. Su sensibilidad iba más allá de lo común; eran pequeños lobos y sus instintos les permitían percibir cosas que ni siquiera yo lograba entender del todo.
—Tío Fenris, ¿vas a venir con nosotros a desayunar? —preguntó mi hijo, y su sonrisa traviesa logró arrancar una ligera curva en los labios del hombre que mi hermana parecía adorar en silencio. —Quizás más tarde. Tengo algo que discutir con su tía Clara primero —fue su respuesta, pero sus ojos, aunque brevemente, volvieron a posarse sobre ella. —Bueno, ¡pero te esperamos! —dijeron los gemelos antes de salir del cuarto, arrastrando a Kieran con ellos. Él no opuso resistencia, despidiéndose