KIERAN:
Había tantas cosas que mi Luna aún no comprendía. Cada decisión y cada recuerdo que permanecía ausente la hacían sentir como si estuviera en un terreno desconocido. Poco a poco, pude percibir cómo ella se aferraba más a lo único que era seguro para ambos. Al mirarme, lo entendía: podía confiar en mi fuerza, en el calor de mi abrazo, en la intensidad de esta conexión entre nosotros que iba más allá de lo físico y lo visible.
—Hazme recordar, Kieran —repitió, más firme esta vez. Su mano se aferró a la mía con un anhelo que solo igualaba el de mi propio corazón—. Todo lo que olvidé. Revélame lo que somos, lo que siempre hemos sido. Sin decir nada, mis dedos trazaron la marca en su cuello, aquella que simbolizaba nuestro lazo eterno. Sus ojos me hablaron justo antes de que volvie