MARCUS:
La casa se estremeció de pronto, sonando estrepitosamente. Pensé que era un terrible terremoto, así que corrí hacia la cocina con mi mente centrada en la Nana. Ella era mi pareja destinada, aunque jamás me había aceptado. Al llegar, la vi luchando por mantener todas las cazuelas en su lugar, sin miedo alguno. Pero me miró pidiendo auxilio. Levanté las manos y dije un conjuro que la trajo a mis brazos; salí corriendo con ella.
Para mi sorpresa, al salir, todo estaba en paz. Solo la casa se revolvía, como si estuviera bailando. —¿Qué sucede, Marcus? —preguntó Elmira, sin soltarme, abrazada a mí. Era la primera vez que ella me apretaba así. La abracé feliz y la besé sin importarme nada más. Y antes de que me rechazara, la hice convertirse en loba para que me siguiera hasta mi guarida.