KIERAN:
Estaba por dormirme, agotado, cuando la sentí. Mi Luna abrió la puerta y se acostó a mi lado con naturalidad; no solo eso, me abrazó como acostumbraba a hacerlo. Me separé de ella sin despertarla mientras debatía en mi mente con mi lobo Atka sobre nuestras opciones.
“¿Qué opinas que debemos hacer?” le pregunté mientras me sentaba en la silla del lado. “¿Qué quieres decir? Ella vino sola, vamos a aprovechar para ponerle nuestro olor”, respondió enseguida. No me decidía. Era claro que había venido dormida; quizás su subconsciente recordaba algo, o la marca —pude verla brillar con los ojos de Atka en su cuello, bajo su piel— la trajo hasta aquí. “¡Es nuestra Luna!” grité emocionado. “¡Es ella, no hay duda!” “Yo lo sab&