CLARIS:
Me sentía muy bien, demasiado bien. Dormía profundamente, envuelta en sus brazos. No entendía qué me sucedía; no me gustaba dormir con nadie, pero con mi jefe tenía la sensación de que había estado con él antes. Esa impresión no se me quitaba. Cuando las primeras luces del amanecer asomaron por la ventana, me deslicé despacio fuera de la cama y, por un momento, me quedé mirando su rostro; parecía feliz. Se movió y salí corriendo antes de que despertara. ¿Qué locura había cometido?
Al salir, casi choqué con el señor Fenris, quien me miró sorprendido. ¡Trágame, tierra! Y como si eso no fuera suficiente, detrás de él estaban el señor Rafe y la nana, ambos con el ceño fruncido. Paralizada por el peso de sus miradas, intenté articular alguna excusa, pero mi