KIERAN:
Estaba satisfecho, quizás más de lo que debería, con la decisión que habían tomado los ancianos del consejo. El castigo impuesto a mi Luna no solo era justo, sino necesario. Había algo de verdad en las palabras que Fenris había señalado: Claris nunca había vivido como loba. Quizás ese era el verdadero motivo por el que rechazaba su naturaleza, por el cual se aferraba a la vida que conocía como humana, ignorando todo lo que la manada y su esencia podían ofrecerle.
No entendía los placeres de correr libre bajo la luz de la luna, de sentir la tierra húmeda mientras perseguías una presa, de fundirte con el bosque hasta formar parte de él. Tampoco comprendía la camaradería, el lazo que surge al compartir con la manada en plena naturaleza, jugando, observando, comunicándonos sin palabras pero con algo mucho más profundo. Claris no sabía lo que era ser una loba. Y eso debía cambiar. Yo me encargaría de que lo aprendiera, aunque las amenazas que rodeaban