KIERAN:
El dolor me consumía mientras hacía el amor al cuerpo de mi Luna. Era un intento desesperado por no sucumbir a la locura. No podía aceptar que insistiera en rechazar su naturaleza, incluso después de todo lo que habíamos atravesado juntos, incluso después de haber formado una familia con nuestros dos hermosos hijos. Claris continuaba aferrada a su deseo de ser humana, resistiéndose de manera obstinada a aquello que fluía en su sangre.
Tuve que ceder el control de mi cuerpo a mi lobo, Atka, porque ni siquiera el placer podía apagar el dolor que ardía en mi interior. La sentía, sentía su esencia, su voz, pero no estaba ahí. Esa no era mi Claris. Desde los rincones más oscuros de mi mente, escuché con desconcierto a Atka rechazar la súplica de Lúmina, la loba de Claris. Ella, su fiel compañera e inse