Florencia – Habitación principal de Villa Leone.

La madrugada aún abrazaba la villa con su manto frío y el eco de los incendios apenas se apagaba en las noticias. Arianna estaba sentada sobre la cama, con una manta sobre los hombros, la mirada clavada en la pantalla del televisor. El incendio en la bodega de Rocco y la empresa de la familia de Rubí era portada. No habían nombres, pero todos los implicados sabían.

Entonces, se abrió la puerta.

Greco entró con paso firme, la camisa aún impregnada de humo y ceniza, el rostro endurecido por la batalla, pero los ojos... sus ojos se ablandaron apenas la vieron.

Arianna se levantó al instante, corrió hacia él y lo abrazó. El olor a fuego lo envolvía, pero a ella no le importó. Era él. Estaba ahí. Y estaba vivo.

—Greco…

Él la sostuvo fuerte, respirando en su cabello. Luego, con suavidad, la guio hasta sentarse juntos en el borde de la cama. El silencio entre ellos era pesado, cargado de lo no dicho.

Hasta que Greco habló:

—Fui yo. —Su voz era