POV MARTINA

Un mes después.

Treinta días desde que Manuela desapareció del mapa. Nadie volvió a saber de ella. Mi madre aún preguntaba, pero yo ya no tenía respuestas. Ni ganas de buscarlas. Había cosas que simplemente se apagan solas cuando dejan de doler. El ruido mediático también se había silenciado. Los titulares, los juicios, las opiniones sin rostro… todo se había disuelto con el tiempo. Y Santiago y yo… bueno, estábamos aprendiendo a respirar de nuevo. Sin contratos. Sin promesas forzadas. Solo nosotros, y la extraña calma que llega cuando uno sobrevive a su propio caos.

Aquella noche salimos a cenar. No celebrábamos nada en especial, aunque él insistió en llevarme a mi restaurante favorito en el centro: un lugar pequeño, con paredes de ladrillo y el olor constante a pan recién horneado. Charlamos como antes. Me sentía ligera, y eso, después de tanto peso, era un lujo.

Al salir, Santiago entrelazó su mano con la mía con una firmeza distinta. No dijo nada. Solo caminó conmigo u