Capítulo 22.
POV MARTINA.
Después del problema con Adrián, el ambiente en la oficina era denso. Cargado. Como si el aire supiera que algo iba a pasar. La luz dorada de la tarde se deslizaba entre las persianas, dibujando rayas sobre mi piel, sobre los papeles esparcidos del escritorio… y sobre su silueta cuando entró.
Santiago cerró la puerta con llave. Un clic sordo. Definitivo.
No dijo nada al principio. Solo me miró desde atrás mientras revisaba unos documentos, sentada en el borde del sillón de cuero oscuro. Los zapatos ya estaban tirados bajo el escritorio, uno al revés; mi cabello caía suelto por la espalda como si lo hubiera preparado para él.
Y entonces lo sentí: su calor primero… luego sus manos —grandes, firmes— posándose en mis hombros y bajando lentamente por mis brazos desnudos hasta detenerse en mis muñecas.
—Estás tensa —susurró contra mi nuca.
El aliento cálido me erizó toda.
—Un poco —respondí sin poder evitar una sonrisa nerviosa.
Pero él ya no estaba para bromas ni sutilezas.
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